24.10.13

Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos - Breve análisis

“Paul Rabinow (1944-) es profesor de Antropología en la University of California (Berkeley), Director del Anthropology of the Contemporary Research Collaboratory, y Director del Human Practices for the Synthetic Biology Engineering Research Center (SynBERC). Especialmente conocido por su larga e influyente aproximación y reflexión sobre el pensamiento de Michel Foucault, y la aplicación de tal teoría y metodología al campo de las ciencias sociales.
Sus obras principales incluyen: Marking Time: On the Anthropology of the Contemporary (2007); Anthropos Today: Reflections on Modern Equipment (2003); Essays on the Anthropology of Reason (1996), Making PCR: A Story of Biotechnology (1993); French Modern: Norms and Forms of the Social Environment (1989); The Foucault Reader (1984), Michel Foucault: Beyond Structuralism and Hermeneutics (1983) (with H. Dreyfus); Reflections on Fieldwork in Morocco (1977 & 2007).”

Wikipedia – Paul Rabinow

Este ensayo de carácter metaantropológico me llamó la atención desde el principio, en primer lugar, por lo reciente que tenía aún un viaje a Marruecos, y en segundo lugar, por el carácter reflexivo del mismo, en lo que a efectos metodológicos en el antropólogo refiere.
Encontré la obra doblemente interesante por ello, pues el autor, además de retratar con el estilo propio de los trabajos etnográficos una cultura tan lejana y a la vez tan cercana como es la cultura árabe para los europeos, y más concretamente para los españoles, analiza la propia realidad psicológica del antropólogo, información que a mí, personalmente, me apasiona.

Así pues, en lo que a su análisis respecta, hay dos puntos que tratar: el análisis etnográfico y el autoanálisis psicológico descriptivo del antropólogo a sí mismo.

Respecto al análisis, debo decir que los datos aportados mediante las entrevistas en profundidad, así como los recabados a posteriori con la progresiva socialización del científico en la cultura marroquí, resultan considerablemente buenas en tanto al aporte esclarecedor que hace sobre los residuos del colonialismo y su evolución al nuevo neocolonialismo, que a su vez entra a desarrollar el conflicto de identidad cultural como consecuencia del idioma.
No obstante, y en contraposición con las observaciones que realicé durante mi estancia en Marruecos, el ensayo conforma una información valiosísima para poder entender la actual situación que allí se está viviendo de reivindicación cultural por parte de los bereberes frente a la ya retratada en el ensayo “exaltación” o “reivindicación” del árabe como lengua propia de la cultura marroquí.
En el tiempo presente, esa misma situación de conflicto entre la cultura colonialista francesa y el Árabe se está dando entre el Árabe y el bereber.
Desgraciadamente, y pese a las cerca de treinta horas de entrevista en profundidad llevadas a cabo con un informante clave bereber de esta realidad, me faltan suficientes datos como para poder desarrollar este tema como realmente merece.

Dando este apartado por terminado, paso a lo referente al proceso de autoanálisis que hizo destacar a esta obra sobre otras de igual temática u objeto de estudio: el análisis autorreflexivo que el autor hace del proceso etnográfico.
Ésta es la parte del estudio que, sinceramente, más interesante me resultó, pues aunque la proximidad reciente a la cultura árabe me inducía un interés particular, son los procesos mentales y psicológicos de los investigadores y científicos en los desarrollos de creación de información uno de los objetivos clave de mi interés sociológico y antropológico, en cierto sentido, similar a la opinión del autor.
Para empezar, me llama mucho la atención la mención que hace al principio de su obra en lo referente a las opiniones de sus profesores en lo referente al trabajo de campo: la división entre aquellos antropólogos que habían hecho trabajo de campo y los que no; y dentro del primer grupo, la opinión compartida de que un antropólogo no es verdaderamente un antropólogo hasta que no ha hecho trabajo de campo.
La forma en que Rabinow retrata esta actitud compartida al principio del ensayo, como un pensamiento casi sectario dentro de las ciencias sociales, se entiende al finalizar el mismo, pues las continuas reflexiones que va haciendo el antropólogo explican y ejemplifican dicha actitud.
Mirando con perspectiva esa situación, se puede deducir que es la socialización del antropólogo en la sociedad que estudia, así como la humanización de los “individuos entrevistados” los que hacen que la percepción del trabajo de campo sea tan importante en la formación del antropólogo como científico social. De hecho, simplificando las anotaciones autorreflexivas del científico a su factor común, se observa como la mayoría son acontecimientos que el autor no había previsto en sus hipótesis (propio de la ingenuidad o inocencia del extranjero que parte de un subconsciente etnocentrista que enjuicia la realidad bajo unos valores culturales distintos a los propios de la cultura observada).
Sobre esta situación particular de los trabajos de campo de las ciencias sociales, y más concretamente de la etnografía, se ha escrito una notable cantidad de teoría en referencia a la búsqueda de objetividad del antropólogo, a fin de:

-Por una parte, no juzgar un hecho según los valores de la cultura origen del investigador;
-Y por otra, asegurarse una mayor calidad de observación al no etiquetar como “evidentes” ciertos rasgos culturales comunes entre la cultura analizada y propia.


Queda demostrado, por otro lado,  que es necesario que el antropólogo haga observación participante, pues la no participación implica una simplificación en la cantidad de datos recabados, y por ende, una objetividad reducida en el análisis posterior de las observaciones.
Esto supone, dentro del código deontológico, un conflicto ético para el científico, pues por una parte, debe tratar de quitarse de la ecuación para observar sin modificar los hechos sociales observados, pero por otro lado, no puede mantenerse aislado de dicha realidad, tanto por la validez del estudio, como por la influencia psicológica y emocional que supone la interacción con personas (entiéndase que la categoría de persona implica una dignidad inherente al hecho de ser personas con consciencia, y no objetos teóricos de estudio, que sería más apropiado denominar como “individuos”).


En conclusión, y cerrando ya este análisis sobre el ensayo “Reflexiones de un trabajo de campo en Marruecos”, considero que la investigación sobre la labor científica de los investigadores sociales que hacen trabajo de campo requiere, a fin de desarrollar una metodología más válida, objetiva y generalizable, un desarrollo exhaustivo por parte de los propios investigadores, pero no solo desde una teoría alejada de las personas y de la interacción, sino como el autor hace en su obra, como observador participante. 

Reflexiones entre agobios y "estreses" varios sobre huelgas

Hoy miércoles (ya, ya sé que pasadas las 12 ...paso de tonterías), en el ecuador de estas jornadas de huelgas estudiantiles, preludio de la próxima huelga de profesores del día de mañana, con una mesa repleta de hojas de apuntes y tablas demográficas, me pregunto más escéptico que ilusionado, si realmente tiene alguna lógica el concepto de "huelga" (por supuesto, en la actualidad).

No tengo intención alguna de explicar, y no lo haré, la trayectoria que ha seguido la sociedad en torno al concepto de la huelga, pues hay tanto que decir, tanto sobre lo que reflexionar, y tanto que no he leído aún, que no me considero capaz siquiera de aproximarme al tema adecuadamente. Por ello, simplificaré la redacción al tema en cuestión: ¿sirven de algo las huelgas en la actualidad?


Desde un punto de vista concreto o sesgado, podríamos decir a primera vista que no, que por más que un grupo se ponga en huelga no consiguen nada, pero si consideramos que una huelga en transportes, o de servicios de limpieza, seguridad, atención sanitaria, etc, repercute directamente en la percepción que la sociedad tiene del gobierno que la dirige, vemos sin lugar a dudas una potencial capacidad de dañar al gobierno de turno que no debe ser menospreciada.



Así pues, concretemos un poco más, y en la parte que nos toca (plural mayestático) preguntémonos: ¿tiene alguna lógica que los alumnos hagan huelga?


La solidaridad con mis semejantes, algunos de ellos altamente sugestionables por ideologías de carácter socialista más teóricas que prácticas, me obliga a asentir firmemente con la boca cerrada. Pero como mi interés en una amistad con "colegas de (futura) profesión" no impera sobre mi interés por plantear otras opciones a las ya dadas, por lo que me veo obligado a publicar la pregunta anteriormente planteada en tanto que no veo una evidencia tan clara como mis "hermanos" más...ejem, "comprometidos".

Siendo la universidad como es un servicio de formación educativa no obligatorio, subvencionado en mayor o menor medida (cada vez menor) por el estado, donde el alumno es el consumidor del producto ofertado por dicha organización (un titulito que te sirve para argumentar a un desconocido que eres una persona bien formada en la materia), y que a su vez actúa como productor de esfuerzo para granjearse la máxima nota posible en cada asignatura: ¡Que alguien me explique dónde encajo yo la dichosa huelga en esta ecuación de doble implicación de intereses con tendencia a la irracionalidad!

Vale, entiendo que si algo no te gusta del servicio que te ofertan le hagas boicot, es el derecho del consumidor. PERO, el boicot no se hace así, o al menos no si hay fines prácticos.

Yo no lo entiendo: el servicio técnico monopolizado de mi país (ejemplo ficticio) no me gusta nada porque tiene una cobertura de mierda, así que me doy de baja, dejo de consumir el teléfono, y conmigo consigo movilizar a otras tantas mil personas. Guachipiruli, la empresa empieza a verse acosada por una pérdida masiva de clientes que amenazan con retirar su apoyo de manera definitiva si no mejorar la tecnología y aumentan las zonas con cobertura. La empresa, a fin de no hundirse, cede (del todo o en parte) ante las exigencias y se consigue una mejora.

Ejemplo idílico, me consta (por eso es ejemplo). Ahora que alguien, por favor si es tan amable, me cuadre el mismo ejemplo con: [...]cobertura de mierda, así que después de haber pagado, no uso el teléfono (!).

No lo entiendo, de verdad que este concepto de huelga no lo comprendo.



Discúlpenme aquellas personas que esperaban leer alguna clase de artículo que aportase algo a su curiosidad sociológica, pero si alguien que nunca se haya planteado esta ridícula locura enmascaradora de vagos y perezosos que buscan una buena excusa para faltar a clase, y tras este artículo tan mal planteado (realmente estoy a disgusto con la redacción, pero por ahora no puedo hacerlo mejor) PIENSAN, aunque sea medio minuto sobre lo que están haciendo con su vida, a mi juicio merece la pena. Al menos por ahora es lo que pienso.



PD: Tampoco entiendo que una huelga o una manifestación se hagan con acuerdo/licencia con el ayuntamiento; es como si un niño le pidiese a su madre montar una rabieta en el supermercado... incongruencias irracionales.

2.10.13

Melting Pot y Asimilacionismo

Hola buenas, hoy traigo un par de conceptos de los más interesante e imprescindibles para tratar de entender los conflictos derivados de la convivencia intercultural de la sociedad: Melting Pot y Asimilacionismo (como dice el título...me luzco redactando eh?)

Estos dos conceptos representan las dos formas en las que los individuos de culturas inmigrantes (no es necesario que los individuos sean inmigrantes) se integran en una sociedad receptora.

Ambos proceden de una idea asimilacionista, pero no se desarrollan de la misma manera.

La mezcla de culturas tiene dos planos de actuación:
-la asimilación cultural: el grupo minoritario adopta la lengua, valores y normas de la cultura dominante;
a esto es a lo que se le denomina propiamente asimilacionismo.
-la asimilación estructural: el grupo minoritario es incorporado en la sociedad, haciéndola mutar en un crisol de culturas, mezcladas de manera heterogénea (mutuo respeto).

El ideal ético/moral que hoy en día nos gastamos los ciudadanos cívicos y honrados (plural mayestático en el que no me incluyo) es, obviamente, la búsqueda del asimilacionismo estructural. Por supuesto, esto no impide tratar de modificar los valores que no encajan directamente con los nuestros, que son más buenos, más bonitos, más mejores... Esto lo desarrollaré en el próximo artículo sobre relativismo cultural y demás militanzas abiertas en antropología.

En la realidad, lo que triunfa es la asimilación cultural: nuestra cultura es la mejor, y si no es así, al menos es mejor que la del inmigrante (por algo habrá tenido que emigrar no?).
Esta lógica tan humana va más allá de un par de frases semiracistas, según Milton Gordon, el primero en tratar este tema, planteó que había dos formas de asimilación cultural:

-la primera, la anglo-conformidad (entiéndase que las observaciones estaban basadas en la mezcla cultural que había en estados unidos en la década de los 60), se basa en el principio anteriormente mencionado: el grande se come al pequeño.

-la segunda, el melting pot, mantenía que el mutuo contacto podría desencadenar la fusión homogénea de ambas culturas, dando lugar a una nueva asociación de valores, principios y demás elementos culturales, futo de la mezcla.

Según el autor, la socialización se encargaría de hacerlo:
1) en primer lugar, por contacto;
2) después por la competencia;
3) más tarde la acomodación;
4) y finalmente, la completa asimilación.

Esta tesis fué criticada por Nathan Glazer y Daniel Patrick, (Beyond the melting pot, 1970), quienes, al ver que el tiempo pasaba y las tensiones sociales no disminuían, juzgaron apropiado dudar sobre la "exactitud" de la teoría por Gordon desarrollada.
Básicamente, mantenían según lo observado, que el melting pot era un camino sobre hielo y cuesta arriba, pues para considerar una cultura minoritaria como digna de ser integrada en la dominante, los miembros deberían tener un estatus social relevante, pero esto solo se conseguía renunciando a la propia identidad cultural y poniendo en su lugar aquella en la cuál querían integrarse (la pescadilla que se muerde la cola). Es decir: anglo-conformidad.
Bueno no, exactamente eso no. En verdad el resultado es una sustitución de cultura con reminiscencias de la identidad cultural. A esto lo llamaron pluralismo étnico.


Ya lejos del continente más occidental del mundo (extraño, porque la tierra es redonda...), y extrapolando las ideas que estas mentes pensantes nos fueron dejando, podemos observar que las sociedades, educadoras y otorgadoras de la identidad cultural, son en sí mismas, asociaciones discordantes de personas que no están dispuestas a asumir que nadie tiene la verdad en sus manos: no hay culturas mejores o peores (y sí, sé lo que hay por el mundo, un poco por encima al menos), solo diferentes. Tratar de imponer la cultura propia es una absurdez: unas veces será para bien, pero otras se perderán conocimientos y costumbres inimaginables, como de hecho, ha pasado sucesivamente en la historia.

Los romanos en cambio, lo hicieron bien (al principio y dadas las circunstancias, ejem...).

En fin queridos amigos, mantened las mentes abiertas, la curiosidad viva, y sobre todo, respetad al extraño, porque igual tiene algo interesante que contaros.

Ala, vuelvo a los micromachismos y a las teorías de la sociología del género en un país fundamentalmente machista por ineptitud (España, que si no lo puntualizo tres cuartas partes del mundo se darían por ofendidas).


Como curiosidad, el término surgió de una obra de teatro, The Melting Pot, de Israel Zangwill.

Bibliografía:

- Temas de sociología II, Huelga y Fierro Editores, 2001 (Coordinador Manuel José Rodriguez Caamaño)