16.5.13

Universidad II



Hoy os traigo dos conceptos ligados a la realidad del sistema educativo: educación y enseñanza.


Aunque estos dos conceptos pueden parecer iguales,  no son lo mismo:
En primer lugar, la educación, es la transmisión de valores, de espíritu crítico, de capacidad para juzgar con criterio.
En el caso de la educación obligatoria (educación primaria y educación secundaria obligatoria), la importancia de la educación en lo referente al sistema educativo tiene que ver con la reducción del tiempo invertido por los padres en la formación moral de sus hijos, delegando en otros instrumentos institucionalizados la enseñanza de esos valores. Esto es, sin embargo, un hecho con una dificultad muy elevada, pues esos valores no pueden ser “enseñados”, conforme a la definición dada más adelante, sino que tienen que ser aprehendidos mediante un proceso de socialización del hijo en su familia, primera y fundamental institución de la sociedad.
La familia es el elemento clave que permite, dada su estructura, enseñar a los hijos aquellos elementos normativos que el sistema educativo no es capaz de tramitar dada la complejidad de cuantificación de los mismos, así como la dificultad de integración en un sistema educativo generalizado, global y uniforme que se basa en el igualitarismo y la meritocracia. La destrucción de la institución de la familia en las sociedades modernas, así como el rechazo que sienten la mayoría de los adolescentes hacia su núcleo familiar, con la correspondiente importancia derivada a su grupo de iguales (compañeros de clase), hacen de la labor del profesor un pilar fundamental en el tratamiento de la crisis de oposición, como psicológicamente se conoce, en la educación y tramitación de ese rechazo a los valores familiares adquiridos.
En el caso de la educación universitaria, la educación es lo que distingue a aquel que solo ha ido a la universidad de aquel por quién la universidad ha pasado. Es espíritu crítico, la capacidad de razonamiento en base a información más desarrollada, las opiniones y el trato adulto de los profesores hacia los alumnos, así como su autonomía en la dirección y desarrollo de la carrera...

Está comprobado que los universitarios viven, de media, más que lo no universitarios (fuente INE). Esto no es magia, o casualidad: la forma de pensar cambia cuando el aprendizaje lo has elegido tú (en mayor o menos medida). Es por esto que hay profesores buenos cuyas asignaturas, que aparentemente no nos importaban lo más mínimo, se vuelven imprescindibles por el interés que nos despierta; y del mismo modo, asignaturas que en principio serían una delicia cursar, se vuelven aburridas y vacías.



Por otro lado, la enseñanza es la transmisión de saberes ordenados, siguiendo un método pedagógico concreto, a fin de que el alumno aprenda una serie de conceptos básicos sobre la cultura para poder ser una persona más libre (siguiendo los principios ilustrados).
La enseñanza, en comparación con la educación, transmite datos cuantificables, “empaquetables” y concretizables. El objetivo es mucho más mecánico, mucho más evidente y directo que en el caso anterior (resultado de la revolución industrial y la necesidad de mano de obra cualificada). Como consecuencia, la transmisión de conocimientos del profesor a sus alumnos funciona de manera similar a una producción en cadena donde el alumno se sienta en el aula, recibe la información y se examina siguiendo unos exámenes que determinen la buena o correcta memorización de estos conceptos. La enseñanza es otro de los ejemplos característicos que Ritzer menciona en “La McDonaldización de la Sociedad” (1993), o en otras palabras, un mecanismo de producción (en este caso, de mano de obra cualificada).

En el caso universitario es si cabe aún más impresionante: al alumno se le cataloga con un número que determina su calidad como producto, una promoción a la que pertenece como si de una tirada de ejemplares se tratase, una universidad que hace de marca de fabricante de mayor o menor calidad, y en algunos casos, una anotación cualitativa, como siempre generalizada y mecanizada, conocida como "carta de recomendación, otorgándole al alumno cierta connotación de producto artesanal.

Que luego en verdad el alumno en cuestión sea una calculadora humana, o un archivador con sistema circulatorio, o un cerebro creativo que no tenga nunca los pies en el suelo, pasa completamente desapercivido.



Vivimos en un mundo donde la cuantificación de las personas llega a límites que poca gente cree posibles. Recomiendo encarecidamente la lectura de Ritzer: La McDonaldización de la sociedad (aquí enlace al libro en formato pdf) por el alto contenido informativo sobre la mecanización y deshumanización de la sociedad, así como por su fácil nivel de lectura y su desarrollo segmentado que facilita enormemente su comprensión a nivel global.



Un saludo
de un estudiante de sociología.

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